jueves, 26 de julio de 2007

Antropofagia en las bellas artes


Nuestros siempre amados griegos, además de teoremas y la práctica de la sodomía, nos regalaron también unos interesantes antropomórficos dioses. Y ellos tampoco se privaron de la práctica de comer carne humana.

Dos genios de la pintura como Peter Paul Rubens (en 1637) y Francisco Goya (en 1819) pintaron el terrible momento donde el dios Cronos –o Saturno para los romanos-, por temor de ser destronado por sus descendientes, devora a sus hijos. Estaba casado con Rea, cuya única función, aparte de satisfacer los deseos libidinosos de un ser todopoderoso, era reproducir hijos a montones.

Cuando nació Zeus, la madre lo ocultó en una gruta de Creta y, en lugar del niño, le alcanzó una piedra simulando una criatura recién nacida. Así, el único que se salvó de la carnicería fue Zeus, quien fue criado por las ninfas hasta llegar a la edad adulta. Estando en la plenitud de su vida, y convertido en audaz y diestro guerrero, destronó a su padre y se declaró dios supremo del palacio real del Olimpo. La promesa del destino se había cumplido: Cronos fue muerto por su hijo Zeus.

Personalmente, me fascina la de Goya (aunque obviamente la de Rubens no está nada mal). Goya rescata el momento justo donde Cronos está devorando, pinta el drama en plena acción. La espalda encorvada por los años, la cabellera y barba desalineadas, desnudo con sus cejas y ojos a punto de estallar dan una concepción total de locura, espeluznante y aterrorizante. Les aseguro que tener ante los ojos el cuadro da, por lo menos, un poco de frío en la espalda.